lunes, 28 de abril de 2008

JEZABEL (I)


Yo soy Jezabel, nacida Sara, bautizada por el hombre como tal. Sigo aquí, aunque siento cómo se acerca de nuevo el momento de la transmutación. No creo que quede demasiado tiempo, pero procuraré, en ese lapso, dar a conocer algo de mi historia, no para ser redimida ni para que sientan lástima de mí. Afortunadamente, estoy comenzando a despersonalizar lo que me rodea, y eso juega a mi favor a la hora de calibrar las opiniones ajenas.


Nací hace muchos, muchísimos siglos, -o debería decir muchas vidas-, y he sido denostada tanto por la Historia oficial, como por las leyendas. De cualquier manera, ha pasado mucho desde que, por ignorancia y temor, me arrojaron por aquel ventanal y los perros y otros animales probaran mi sangre, como para preocuparme ahora por la credibilidad de mi relato.


Estoy aquí, y por el momento, me basta con no haber perdido el sentido de mi identidad. Debo advertir al lector desprevenido que caiga en este virtual universo de delirios, que no fué Jezabel mi primer nombre, pero sí el que mejor encajaba en esta personalidad que cada vez es más...¿involucionada? No. En absoluto, eso sería usar criterios que mi moralidad no acepta. El alma debe evolucionar hacia lo que verdaderamente es, perfeccionarse en su misión, Destino o como se le quiera llamar. Y no todos tendemos a la Bondad Infinita. Ni muchísimo menos.


En esta existencia he disfrutado muchísimo, he VIVIDO, aunque en ocasiones ello haya significado llorar hasta la desesperación, reir hasta la histeria, rozar el Paraíso o el Infierno con la punta de los dedos o con cada molécula de mi piel, bordear la locura del asesinato o danzar con la Muerte en torpes parodias de suicidio que hoy llaman "automutilación". Prefiero, entre paréntesis, y personalmente, la palabra "escarificación". He amado hasta el límite de mis fuerzas, he odiado hasta la rendición, he exprimido la vida hasta la última gota como un amante o un vampiro harían, he dejado que mi llanto se desbordara despreciando la luz de un nuevo amanecer, y he gozado al mezclar mi risa con el delicioso canto de los truenos. En resumen: dejaré esta existencia como antes dejé otras: habiendo vivido al máximo, pero dejando cuentas pendientes por saldar.. Me queda, al fín, el consuelo de que regresaré, y de que la próxima vez quizás tarde menos en tomar conciencia de todo lo anterior...

domingo, 27 de abril de 2008

ENTREGA


Fuíste mi Amo sin querer porque te amo,
no porque tu instinto te engañara,
pues sabes que por amor todo te he dado
y en la penumbra soy, sin que lo sepas, tu esclava.

Aguanto tu ira, tu dolor, tu risa y tu enfado,
soy, sin tú quererlo, la que te anhela en la madrugada,
soy la que en la sombra te espera, aunque hable con extraños,
soy aquella que renuncia, por tí, a ser humana.

No conoces este mundo, -sé que cuesta explicarlo-,
mas conoces mi entrega: sólo espero tu castigo, para quedarme en nada,
no soy más que la rendición que dejé en tus manos
porque más que mi cuerpo, te entregué mi alma.

Y tienes miedo de tu fuerza, -ya no pienso en milagros-,
y no sabes que te espero, como perra enamorada,
que me ates, me castigues, que me des lo que yo he deseado:
que en esta tormenta, tu cuerpo sea el puerto en el que mis ansias amarran.

Haz de mí lo que soñabas en tus sueños de pecado,
somete mi corazón rebelde, mírame mientras me matas:
(Sólo tú, mi amor, mi perdición y mi Amo...)
Que lo último que contemple sea nuestra muerte en Tu mirada...

viernes, 18 de abril de 2008

LLUVIA


Hola, amor, Mi Dueño:
Hoy te escribo sin que sepas nada,
una carta al olvido, o al infierno,
porque sólo en cenizas acabará esta carta.

Afuera llueve, sin descanso ni consuelo,
y es trueno mi alma desgarrada;
Hoy no te he visto, pero acaso sin quererlo,
echo de menos tus manos en mi espalda.

Sé que duermes, y que tu alma es puro fuego
que en mi cuerpo, por miedo, no desatas.
No temas, al cabo de los siglos yo te espero
para ser tormenta, viento, sangre... o acaso nada.

Tú lo sabes, he salido, mas ante otros llevo tu yelmo,
llevo sin tí tu armadura, y acaso también tu espada.
Luzco mis cicatrices, como heridas de batalla:
Tu morder y tus grilletes, tú lo sabes, siempre me atan.