sábado, 26 de septiembre de 2009

ANOCHE(EL FINAL)




Todo comenzó por una tontería, dirían algunas personas, un "comentario desafortunado", comparándome a mí con una mujer que salía en la tele. Por supuesto, la comparación fué negativa u ofensiva para mí. Y le dije que ya me había cansado de su falta no sólo de empatía o ternura, sno de educación, con lo que lo mandé, dicho suavemente, al Diablo. Se hizo el chulito encima y yo, más chula aún, pues le dije qu no quería volver a saber nada de él. Y me respondio que no me preocupara, que no sabría más de él...




Y se fué. Hasta hoy, en que no sé si salir o no, porque me da miedo hallarlo y no hallarlo, encontrarlo o no, que me hable o que no me hable... Todo me da miedo... Pero todavía escucho esa pequeña voz que me dice "Has hecho bien, es lo mejor que podías haber hecho"... porque más vale tarde que nunca y ¿qué hubiera sido lo próximo en faltas de respeto y de educación?




No. Ya está bien. Ya está bien. Pero hora se me viene a la cabeza el largo invierno que me queda solita y pensando en qué hará él.... Y me muero...




En este instante sólo desearía beber su sangre.




Mi espíritu llora a gritos y clama venganza.




Y mi mirada no abandona los líquidos reflejos cortantes de la cocina. Sólo podré amarle tranquila cuando yazca muerto en mis brazos... Porque, ¿cómo poner el punto final a esta historia eterna de desamor y locura?
¿Lo peor de todo? Aún le quiero, le necesito, le deseo...

domingo, 6 de septiembre de 2009

CIUDAD


Hemos recorrido
calles, caminos,
de nieve y de sombra.
el cielo sobre nosotros
plomo hendido de rayos,
la ciudad no nos cobija,
nos hemos convertido
en fantasmas de un amor
que nunca pudo ser.
Somos de aire y humo,
la lluvia fría y el viento
nos convierten en ceniza...
Somos dos estatuas
que se observan sin piedad
a lo largo de los siglos,
somos esfinges
guardianes del odio,
y tus ojos de estatua
sólo reflejan inviernos,
y mis manos heladas
como el mármol quedaron
sin respuestas...
-si alguna vez
hubo dos amantes
que se odiaran tanto
no fueron humanos-,
y pasan los siglos
y nadie pasa cerca
excepto este extraño río muerto,
y tus labios ya no recuerdan
que hubo un tiempo
en que llegaron a besarme
con algo parecido al amor...
Avenidas desiertas,
calles inmóviles,
no hay coches,
no hay gente y toda ventana
se cierra a la tormenta...
¿Dónde estás?
Apenas puedo verte,
tu piel es blanca y lisa,
tus labios sólo saben morder y herir
y tu sonrisa sólo muestra
la mueca de un predador...
Miro al cielo,
te expongo mi garganta
por donde la lluvia
resbala helada...
De repente, la estatua cobra vida:
tus manos,
que hace un siglo acariaban,
me atraen hacia tí,
y prefiero seguir mirando al cielo,
a la lluvia, a la ciudad que muere
a nuestro alrededor...
Tu voz en un susurro fiero y suave,
tu hambre una niebla que me envuelve
y que casi me roba las pocas fuerzas
que me quedan para mirarte:
Eres tú, sólo mármol y lluvia,
sólo tú, el relámpago en tus ojos,
eres tú,
y no hay nadie en la ciudad
que me rescate de tí,
sólo tu caricia, rosal y espinas
justo donde el pulso se acelera...
Sólo tú...
Y la lluvia se torna roja bajo nosotros.











jueves, 3 de septiembre de 2009

DESEOS OCULTOS...(Y NO TANTO)





Las nueve y media de la casi noche. Vuelvo a sentarme a tu lado en el coche y emprendemos el camino de todos los días, a un pueblo cercano a tomar algo. Te escucho, como todos los días, a medias. pienso en diversas cosas mientras hablas de las nimiedades habituales y aceleras poco a poco porque sabes que me gusta la velocidad y porque, en realidad, sabemos que un "fallo" a 150 o 160 km/h no nos daría tiempo a lamentarnos ya por nada. Yo pienso, ya más concretamente, en la noche anterior, cuando volvimos a hablar, por primera vez desde que salí del hospital, y por enésima desde que nos conocemos, en cortar nuestro leve y frágil vínculo. Y en que, como siempre, echamos marcha atrás y hacemos al día siguiente como si esa conversación no hubiera tenido lugar....








Aquella conversación fué en un bar y, rato después, estábamos hablando en el coche, aparcados casi enfrente de mi casa. Recuerdo que, por vez primera, me echaste en cara que ya no quería hacer el amor contigo... La verdad es que me sorprendiste, pues yo llevaba ya varios días en que no me encontraba muy bien: se me estaba retrasando la regla y además volvía a tener ciertos síntomas que creí haber dejado atrás durante mi famosa estancia en el hospital, la debilidad, las excesivas ganas de dormir... Decía que me sorprendiste, ya que, aunque no me encontraba en plenas facultades, sí que exageraba un poco para evitar la situación de intimidad que tú, cuando bebes demasiado, quieres tener; pero veo que tu intuición no te falló. Sabes muy bien que yo tengo que estar muy mal, realmente mal, para evitar hacer el amor. Pero hay algo que no pareces entender nunca, y es el simple hecho de que, cuando una lleva varios días discutiendo y aguantando palabras hirientes, no es que tenga el cuerpo ni mucho menos el alma para ciertas "fiestas". ¿No comprendes que no tengo un interruptor que puedo manejar a voluntad para ponerme en "hot" o en "cold"? ¿No te entra en la cabeza que, para mí no es tan fácil separar el deseo del cabreo como parece serlo para tí? No, no lo entiendes...








Sigues acelerando y por fín te has dado cuenta de que no me interesa en absoluto lo que estás diciendo, parece que por fín intuyes que lo que me ronda por la cabeza no es la maldita crisis de la que hablas todos los malditos días... por fín te callas y subes la radio porque, misteriosamente, parece que este coche te aguza la percepción y sabes siempre qué canción necesito escuchar a todo volumen... Y pienso en la noche anterior, en que por un instante contemplé la posibilidad de dejarte para siempre, librarme y liberarme de tí, de tu egoísmo, de tu falta de amor, de tu desdén, de tus deseos ocultos que no son los míos, aunque en el fondo se parezcan, porque cae la noche, y te deseo a pesar del odio y del desprecio que me tengo por haber sido cobarde y no dejarte.








Cae la noche, y ambos sabemos que, si sobrevivimos a esta eterna carretera que pasa rauda a nuestro lado, cuando todo sea oscuridad, volveremos a hacernos daño, volveremos a desearnos, volveremos a unirnos en esos fugaces instantes en que todo parece ir bien, y volveremos a estar lejos el uno del otro, aunque, en el más profundo pozo de nuestras almas, sigamos, como Cyndi Lauper, conduciendo toda la noche...