miércoles, 4 de noviembre de 2009

EL ETERNO RETORNO (O "LA FRASE DE BEN GURION")


Fué como el asedio de una ciudad. Implacable. Resistí mientras pude, pero durante esos días, el vacío que sentí fué insoportable, indescriptible... Él sabía que capitularía, cómo no... Ya había ocurrido en otras ocasiones, aunque nunca había resistido tanto tiempo a él. Si él se hubiera rendido antes, quizás ahora mismo yo no estaría escribiendo estas líneas, y sería libre del todo, pero otra parte de mí agradece su tesón. Es la paradoja de siempre: una parte de mí, que sabe que él no le conviene y que debería dejarle para siempre, y otra, que sólo siente que le necesita y quiere tenerle todos los días conmigo. No puedo evitarlo, no sé si alguien me comprenderá, aunque respecto a estar "libremente atada", sospecho que sí ;)


Desde luego, es inevitable que esa parte de mí que lo echaba tanto de menos, se alegre de estar de nuevo junto a él, aunque sepa que él es para mí "bad medicine"...


Fué una noche en que estaba al límite de mis fuerzas físicas y mentales. Acababa de pasar una gripe bastante fuerte y todavía tenía algo de fiebre, pero esa tarde decidí que esa noche saldría sola a pasear y tomar algo. Necesitaba pensar y tomar el aire un poco. Un rato antes de salir, cuando estaba maquillándome, sonó mi teléfono. Era él, claro, y como todos esos días, me preguntó si iba a salir, y le dije que sí. También me preguntó, como los otros días, si nos íbamos a ver... Y en vez de responderle que no, como en otras ocasiones, le dije también que sí. Ni uno ni otro nos sorprendimos por mi inesperada respuesta, como si fuera lo más natural del mundo. No le perdonaba, ni olvidé sus ofensas, pero es que tampoco podía no ya olvidarme de él, sino siquiera tener un ápice de felicidad, o un remedo de vida, sin él. Me dijo que pasaría a recogerme a las nueve, y nos despedimos. Me quedé mirando el teléfono, confusa, y pensando en lo débil que había sido al resistir unos días tan sólo, y pensando también en la ilusión que sentía por volver a verlo. Aunque no niego que también temía nuestras respectivas reacciones, pues ambos somos imprevisibles, como lo demostró el hecho de que le dijera que sí que nos veríamos, cuando quería decir que no (¿realmente "quería" decir que no...?)


En definitiva, que llegó el momento de salir, y allí estaba él, esperándome hacía rato. Me daban ganas de preguntarle a gritos que si no me quería, porqué me buscaba una y otra vez, porqué me hacía esto, porqué no me dejaba en paz... pero no se lo pregunté. Me limité a saludarlo con cortesía y frialdad . Pero la mirada me traicionaba, y él sonrió, con lo que me dieron ganas de estrangularlo y entregarme a él y pedirle que me violara y me estrangulara y acabara conmigo, con mi absurda vida, todo a la vez. Y algo de eso tuvo que captar, porque me acarició un pecho, y subió su mano hasta mi cuello, apretando ligeramente, mientras me miraba a los ojos. Entonces sí que ví lo que pasaba por su mente con total claridad, las imágenes de tantas cosas juntos, algunas desagradables y secretas, otras tan sensuales y atrayentes que quemaban con sólo pensar en ellas... Y supe con total certeza que esa noche habría copas tranquilas, mucha conversación y sexo salvaje, porque aunque dice que no le gusta, yo noto, (y cuando digo "noto" es eso, literalmente) que, en ciertas ocasiones, sí que le gusta y le acelera, sobre todo cuando hace ciertos días que no hacemos nada. Así que, con un poco de suerte, pensaba que esa noche tendría lo que me gustaba. Y lo tuve. Vaya si lo tuve, aunque un poco "vainilla" para mi gusto, pero bueno, dentro de sus costumbres, lo hizo muy bien, eso hay que reconocérselo.


Y no, no perdono ni olvido. Pero mi corazón y mi cuerpo necesitan lo que necesitan. Es como una maldición, pero no puedo evitarlo. Aunque bien podría decir que es más bien como una adicción, y quizás sería una descripción más acertada de lo que él es para mí.


El amor, el deseo, la dependencia y la necesidad no entienden de razones. Cuando noté sus labios sobre los míos, su boca mordiéndome, me sentí renacer.


Por eso dejé que regresara...





"En cierta ocasión, Ben-Gurion dijo: Perdonad, pero jamás olvidéis. Aún no estoy preparado para el perdón. Y acaso nunca llegue a estarlo..."


("Holocausto", de Gerald Green)