lunes, 14 de abril de 2014

ÁNGEL DE LA MAÑANA

Llegaste tan dulcemente,
te deslizaste tan suave
y con tanta dulzura invadiste
mis venas agostadas,
que ni siquiera tuve tiempo
de entrever en la penumbra
como mis defensas caían...

Como el veneno que estuve
toda la vida buscando,
llegaste a mí una mañana
repleto de malicia y de mentira,
rebosante de soledad y de sangre
como si hubieras nacido al mundo
en tan sólo unos instantes.

Detuviste los relojes,
marcaste el destino de mis noches
como sólo un alma condenada
podría haberlo hecho,
y sin detener tu paso,
insidioso como la morfina
detuviste el ritmo
vacío y obsesivo de mis días.

Llegaste una mañana
y quemaste sin piedad mis fortalezas,
pero aún dentro de la muerte
pude, mientras poco a poco
me debilitaba
y los últimos bastiones caían,
ver cómo el sol,
-el sol que durante siglos
había estado desdeñando-,
regresaba como antaño
a darme la bienvenida...

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