Mi reino no es de este mundo:
Yo tuve un castillo
erigido en el espacio entre tus brazos,
níveos tigres que jugaban
en inmensos jardines de hielo,
y un cielo encapotado de tormentas
cuya música nacía de una caja de marfil...
Y si yo tuve un reino...
¿Porqué este exilio de tu mordiente boca?
¿Porqué en este mundo nada encaja
y soy perseguida y maldecida?
Podría encaramarme a los tejados,
-tal es mi dolor de perderte-
y maullar tu nombre a la noche impía,
y podría bajar a las tierras baldías,
-tal es mi recuerdo de tu cuerpo-,
y aullar mi desespero a una luna que me ignora:
mas, ¿qué me queda?
voy dejando mi rastro de sangre en calles ignotas,
esta ciudad ya no me conoce y me repudia
y yo ansío perderme en el fondo de un vaso
para no darme cuenta de que perdí
mi capa y mi corona y que ya nadie me reconoce,
para no saber que ya nadie me escribe
diciéndome que me echa de menos,
para no sentir los besos de Judas de hombres
que nunca pudieron ser reyes ni de sí mismos...
Mi reino no es de este mundo,
pero yo sigo en esta ciudad esquiva
que no me acepta ni me consuela...
Hay una silueta en la siguiente esquina.
Parece por un instante tu sombra,
pero yo siempre me equivoco de amantes,
y esta oscuridad de forma humana me susurra
que hay una puerta
para volver a mi mundo,
que cuando deslice mi mano
por los espejos del tiempo
sabré con certeza
que esa puerta se llama Muerte,
y que quizás, -sólo quizás-,
pueda unirme a tí para siempre...
Mi reino no es de este mundo,
ni este mundo conoce mi reino,
tus besos son fuego en mis venas
y mis venas torrentes que te anhelan...
Noche. Mi pulso se acelera.
Temo caer
y buscarte en las profundidades
de ríos de alcohol y de dulzura...
En mi reino tigres de cristal
siguen buscando mis huellas
sin encontrarlas nunca,
sin descansar nunca,
y yo, yo
sólo me hundo en las esferas
de todos los relojes del mundo...
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