viernes, 10 de septiembre de 2010

PERDIDA


Mi reino no es de este mundo:

Yo tuve un castillo

erigido en el espacio entre tus brazos,

níveos tigres que jugaban

en inmensos jardines de hielo,

y un cielo encapotado de tormentas

cuya música nacía de una caja de marfil...

Y si yo tuve un reino...

¿Porqué este exilio de tu mordiente boca?

¿Porqué en este mundo nada encaja

y soy perseguida y maldecida?

Podría encaramarme a los tejados,

-tal es mi dolor de perderte-

y maullar tu nombre a la noche impía,

y podría bajar a las tierras baldías,

-tal es mi recuerdo de tu cuerpo-,

y aullar mi desespero a una luna que me ignora:

mas, ¿qué me queda?

voy dejando mi rastro de sangre en calles ignotas,

esta ciudad ya no me conoce y me repudia

y yo ansío perderme en el fondo de un vaso

para no darme cuenta de que perdí

mi capa y mi corona y que ya nadie me reconoce,

para no saber que ya nadie me escribe

diciéndome que me echa de menos,

para no sentir los besos de Judas de hombres

que nunca pudieron ser reyes ni de sí mismos...


Mi reino no es de este mundo,

pero yo sigo en esta ciudad esquiva

que no me acepta ni me consuela...


Hay una silueta en la siguiente esquina.

Parece por un instante tu sombra,

pero yo siempre me equivoco de amantes,

y esta oscuridad de forma humana me susurra

que hay una puerta

para volver a mi mundo,

que cuando deslice mi mano

por los espejos del tiempo

sabré con certeza

que esa puerta se llama Muerte,

y que quizás, -sólo quizás-,

pueda unirme a tí para siempre...


Mi reino no es de este mundo,

ni este mundo conoce mi reino,

tus besos son fuego en mis venas

y mis venas torrentes que te anhelan...

Noche. Mi pulso se acelera.

Temo caer

y buscarte en las profundidades

de ríos de alcohol y de dulzura...

En mi reino tigres de cristal

siguen buscando mis huellas

sin encontrarlas nunca,

sin descansar nunca,

y yo, yo

sólo me hundo en las esferas

de todos los relojes del mundo...

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