martes, 3 de junio de 2014

LA LLAMADA.

Hermana mía,
escucha:
a lo lejos
los perros ladran
a nuestra madre Luna,
y el leve murmullo
del tráfico y la gente
nos dice que el mundo
sigue su curso,
ajeno como siempre
a nuestra soledad
y a nuestra hambre.

Son ellos, hermana mía,
humanos
egoístas
e inconscientes,
quienes roban
la magia a cada instante.

Pero he aquí que nosotras
haremos innegable
la eternidad
en nuestros corazones
devastados por la pena,
y soñaremos
que la sangre de los otros
restaña nuestras heridas,
y sabremos
que la venganza es,
las más de las veces,
sólo pura justicia.

Hermana mía,
escucha mi voz,
yo sé de pactos sin nombre
que los hombres
detestan por ignorancia,
dejaremos atrás
por una noche
los años de antes
y los siglos por venir,
olvidaremos
toda caricia traicionada,
todo horizonte perdido,
toda pasión desperdiciada,
olvidaremos el olvido...

La noche
será eterna por un día,
y nunca habrá habido
lágrimas en nuestra piel
aterida de desamores,
y nunca más la soledad
se cebará, implacable,
en nuestras manos vacías.

Ven, dame la mano,
tú no temes a la sombra
ni al Segador
más de lo que alguna vez
lo hayas deseado,
tú conoces
la cara oculta
de la sonrisa diaria
que los demás
quieren ver a toda costa,
sabes muy bien
que en el sonido de la voz humana
nunca está el dulce timbre
que guarda cualquier animal
en su pecho,
y que nuestra voz
es en los sueños
la voz del lobo en los bosques,
la llamada al hogar
que nos ofrece la Luna...

Ven a mi lado
déjate llevar
por el canto subrepticio
del abismo,
no escucharán
nuestros pasos
como no escucharon
nuestro llanto...

Ven.
La caza
ha comenzado.

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