Por fín muere el verano,
pero aún hiere mis ojos
un sol ajeno,
un sol de otro sitio
que no es el mío...
mas llegará el otoño,
y le seguirá el invierno,
y yo, renacida al fin
ante las lluvias,
floreceré hacia tí todo mi mal,
que al fin y al cabo es tuyo,
y bajo esas calles
que veo y por las que camino
bajo otros ojos y otro cuerpo,
sentiré cómo un corazón,
mil veces maldito,
poco a poco
pierde su fuerza
y su alegría...
Ése será el rito de traspaso
que nunca debió realizarse
en un principio...
Y cuando llegue
la Noche de los Muertos
acabaré el proceso
de una manera o de otra...
Oh, ¿volverán mis ojos
a ver de nuevo
las cosas que amaba
del modo en que siempre
pude verlas?
¿Volverán los espejos
a devolverme
esta mirada esquiva
que ya no reconozco
como mía?
Yo me ahogaba
en tu respiración
poco
a
poco,
tú
naufragarás,
cobarde e impío,
frente a las costas
de mis noches infinitas...
Para quienes odian, para quienes aman, para quienes se humillan, para quienes se alzan, para quienes todo lo entregaron y todo lo perdieron, para quienes acaso también lo dieron todo y todo les fué restituído... para quienes se alegran de vivir... y para quienes maldicen cierto día... para todos y todas, aquí está mi perdición y mi lucha...
lunes, 18 de agosto de 2014
LA MIRADA AJENA.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario